
Tantas horas pasaba en el trabajo que tenía que buscar una válvula de escape de alguna manera. No podía hablarle sobre sus problemas, enfrentamientos e iras contenidas a sus compañeras. Si había algo que no hacía acto de presencia allí, era la confianza y el saber guardar secretos. Unos a otros se ponían de mil colores y no precisamente de rosa.
En cuanto ya no podía más se escapaba al wc. Quizás no era el mejor lugar para respirara hondo, pero trataba de tranquilizarse. Sacaba de su bolsillo un pedazo de papel, y escribía aquello que le comía por dentro. Y así lo exteriorizaba y se sentía mejor. El ritual terminaba cuando sus manos arrugaban el papel y lo tiraba a la papelera.
Lo que ella no sabía era que alguien descubrío un día uno de los recortes...
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