domingo, 9 de agosto de 2009

No sirve de mucho

Tirada en el sofá se disponía a estudiar inglés. Pero antes quería ojear y hojear alguna revista. Cierto es que no tenía en casa ninguna más reciente al mes de mayo pero eso no le importaba puesto que a pesar de los esfuerzos, le era casi imposible mantenerse a la última. Encontró un ejemplar de un dominical de marzo de ese año. Le causó sorpresa encontrarlo puesto que sólo leía prensa gratuita y no tenía por costumbre bajar a comprar ningún periódico. Tras divagar en posibles procedencias del suplemento procedió a curiosearlo. Se topó con un artículo de opinión y leyó el destacado antes incluso que el propio título:
"Contarme lo que hago, lo que veo y lo que digo a cada instante no sirve para nada. Me dan ganas de gritarme: ¡basta, cállate!"
(extraído del artículo de Bárbara Alpuente titulado Pensar).
¡Un artículo que critica las redes sociales, blogs y páginas personales!, pensó. Esto hay que leerlo. Cual fue su asombro cuando comenzó la lectura y no fue eso lo que encontró. El escrito trataba sobre cómo las personas nos vamos repitiendo a casa momento aquello que hacemos o tenemos que hacer. Un monólogo interior que sufrimos constantemente.
Ella se mostraba reacia a toda clase de redes sociales donde amigos, compañeros de trabajo, familiares y no tan amigos, e incluso gente que no se conocen intercambian invitaciones en sus espacios de la Red, se felicitan los cumpleaños, los santos, el paso de la época de los exámenes... Cuelgan sus fotos, hacen públicos sus actos y donde los protagonistas son ellos mismos. Para ella todos son unas almas desamparadas que buscan atención. Buscan publicar esa foto de la borrachera de la noche anterior para luego leer los comentarios que sus "amigos" hacen al respecto. Es por ello que el destacado del artículo le remitió a este tema. Por el mero hecho de que las páginas personales están plagadas de hoy he ido a la playa, hoy me he cortado el pelo, mañana fiesta en... cuentan al resto lo que hacen pero también se lo cuentan a sí mismos, cuando ellos ya saben que lo han hecho.
Al fin y al cabo parece ser que si se lleva a cabo algo y no se cuenta, parece que no ocurrió.
Cada vez que ella busca algo en su armario se promete que lo va a organizar. Que se deshará de lo que nunca usa y que dejará el suficiente espacio para manejarse dentro sin acabar con agujetas en los brazos, sudando o tirando todo al suelo mientras revisa cada una de las perchas. No es cuestión de espacio. La cuestión es que termina llenando todos los huecos posibles. La tachan de desordenada y desastre. Pero ella responde: Dentro de mi caos hay un orden.