jueves, 30 de octubre de 2008

Hirviendo

¿Qué pasa cuando alguien te dice "¿me dejas hablar?"?

Pues pasa que te callas al momento como buena persona obediente. Pero tras el corte te pones a pensar en lo que has hecho para merecer esa pregunta con tono borde. Y te das cuenta que era de esperar puesto que siempre hablas y hablas e interrumpes a la gente cuando están contando sus batallitas. Y también reflexionas sobre si actitud ante la frase interrogativa ha sido la correcta.


¿Qué pasa cuando alguien te dice "no imprimas el trabajo en papel reciclado"?

Pues que tú ante una pregunta como esta respondes con otra pregunta muy obvia: ¿Por qué?
A lo que recibes como respuesta un: -"Porque queda mal" + cara de es muy obvia mi contestación, no sé porqué preguntas...
Y de tu boca no surge ninguna palabra al respecto, ni siquiera un sonido, ni un bufido. Simplemente estás alucinando.


¿Qué pasa cuando llegas a un sitio después de mucho timpo e intentas entablar conversación con los que de allí nunca se han ido?

Pues que no sabes por donde entrarles. La desconexión entre los seres a provocado un estado deme da a mí que no estoy actualizada, sobre todo cuando te das cuenta que la gente hace bromas sin gracia en las que todos se ríen. Te das cuenta que te has perdido mucho. Que han surgido nuevas amistades y que tú no estás entre los más solicitados para echar unas risas. Es entonces cuando tienes que tirar de las típicas preguntas que toda abuela o madre le hace a otra madre de su vecina porque hace mucho que no la ve o no sabe de ella:
-¿Qué tal? (Empezamos con esta pregunta que se ha convertido en sustituta del más coloquialmente conocido ¿Cómo estás?. Esta sustitución me atrevería a decir que se debe al MSN por aquello que acortamos y preferimos saludar así: k tl?

-¿Las clases bien? (tirando de algo que es el día a día del estudiante y que alguna respuesta tiene que dar y que con un poco de suerte el interlocutor meta de por medio alguna actividad extrauniversitaria para que tú puedas volverle a preguntar por ella o cambiar el tema de la conversación en la que a partir de ese momento estará saturada de exclamaciones como ¡Ala!, ¿sí?, ¡Qué guay!, Muy bien, muy bien. Vaya tela...

Y como último recurso preguntar por el pasado pero el pasado lo más inmediato posible:
-¿Qué has hecho este finde? Ahora crees que es el mejor momento porque aquí la conversación se va a extender hasta el infinito, pero te encuentras con el listo de turno que interrumpe la conversación (dirigiéndose sin duda a tu querido/a amigo/a con el que empezaste la interrogación) y se lo lleva. Ese sí que no lo/la va a soltar y tú te quedas con cara de tonto/a y algo desamparado. Hasta la próxima semana o mes en el que vuelvas a acudir.


Situaciones que te remueven por dentro. Nada más.

domingo, 26 de octubre de 2008

Sol solet, calientame un poquet.

Sube la persiana y los rayos del sol le ogligan a entor sus ojos. Por fín tras muchos días de lluvia y nubes grises, la luz del sol hacía acto de presencia convirtiéndo el domingo en un precioso día. Un día perfecto para moverse al aire libre. Le esperaba un día de duro trabajo frente a su ordenador y eso provocaba en su estado de ánimo cierto bajón. Pero esa luz brillante lo cambió todo. La motivación se coló junto a los rayos que entraban por la ventana. El empuje para afrontar con fuerza la jornada de estudio llegó sin más.
Porque el tiempo y las estaciones dicen que van a la par con nuestro estado de ánimo. Pero, ¿quién dijo que el otoño sólo es triste? Salgamos todos a disfrutar de las hojas amarillas y marrones que cubren las calles. El sol nos invita a hacerlo. Ella desde casa se morirá de envidia. Pero sabe que todo esfuerzo algún día le será recompensado.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Desde algún recoveco

Soledad y quietud. Silencio y paz. Mirar sin ser visto. Actuar sin ser mirado.
Cuando el resto aún está entre las calientes sábanas mis ojos están abiertos. Ven cosas que ellos no podrán ver. Desde este lugar alejado de la ruidosa urbe y a años luz de miradas indiscretas toco el suave momento. Es ese rato en el que me encuentro a mí misma. En el que pudo parar a reflexionar, y a asimilar.
El ritmo frenético de la vida llena de horarios y obligaciones nos impide ambas. Al igual que hacemos un hueco en nuestra agenda a esas reuniones con amigos ya lejanos, a esos cafés de consuelo y a otras urgencias de última hora, deberíamos reservar un espacio para reconocernos, y no ante el espejo. Me refiero a volvernos a conocer. A pararnos a pensar qué queremos, qué nos apetece, qué nos ha ocurrido. Que consigamos saborear mejor nuestras vivencias, nuestros recorridos, nuestro aprendizaje, nuestros sentimientos.
Necesidad de alejarse de lo de siempre. Días en los que quieres ir caminando sin conocer a nadie, sin ser reconocido, pasar desapercibido. Conseguirlo como si estuvieras en una zona nueva para ti. Como si estuvieras en el extranjero. Viajar sin moverse del sitio.

sábado, 11 de octubre de 2008

Sobre estilo


Me gustan los chicos vestidos de traje chaqueta. Comerciales deben de ser, ya que si todos aquellos hombres vestidos con americana, camisa y corbata y zapatos de piel tienen que ser directores de bancos o jefes de alguna empresa, demasiado bien va el mundo y la gente tiene mucha suerte. Además no creo que un banquero con la pasta que tiene que acumular y tener en otra entidad bancaria bajo su nombre, viaje en tren todos los días para ir a trabajar. Esa persona posiblemente se sienta el rey de la creación y tenga un mercedes o un porche que pasee sus dos calles o dos pueblos que le separan de su puesto de trabajo. En eso me baso para apuntar que algunos de los hombres vestidos con traje chaqueta son comerciales. Tres trajes diferentes son los que calculo que pueden tener. Camisas… ya alguna que otra más. Y corbatas puesto que es algo que puedes comprar algo más barata y que nadie se de cuenta unas tantas más. Me gustaría ser hombre por un momento tan sólo para pensar posibles combinaciones de camisas y corbatas cada día. Me gustaría ir de punta en blanco todos los días. Algún día un cambio radical en mi vestuario lo hará posible. Renunciar a los chandals para ir a la universidad. Renunciar a las zapatillas deportivas o no tan deportivas. Tacones, tacones y camisas, camisas y pañuelos anudados al cuello y bolsos finos, ni festeros ni deportivos. 20 es un bonito número para cambiar la imagen. ¿Pero esto servirá de algo? Pensar en ello pues supongo que para hacer vistas de futuro. Lo primero que supone es gastar un mínimo de dinero que podría ser fácilmente 200 euros. Pero ¿quien puede renunciar a la comodidad? Yo no. Si hay días que casi me es imposible desprenderme del pijama, ¿cómo voy a ponerme a elegir camisa acorde con los zapatos? Si 20 llegara y esto no se produjera, el próximo periodo sería el laboral. Tendría que esperarme unos 5 años reglamentarios cuando con la carrera terminada optara a un puesto de trabajo digno de ir de punta en blanco. Y sería en ese momento cuando caería en la cuenta de que tras 7 años de mi vida no he aprendido a vestirme correctamente. Llegaría el momento y prácticamente por obligación de vestir como he querido vestir durante años y no sabría cómo hacerlo. Las compañeras de trabajo me criticarían al pasar cada mañana. La jefa me llamaría a su despacho para decirme que cuidara un poco mi imagen porque de lo contrario este asunto podría afectar a la imagen del medio. Con esto me ha venido una idea: recopilar estilos o mejor conjuntos que vea en revistas, Internet, etc. pero las modas cambian, con lo que quizás pueda resultar desfasado. Aunque soy de las que piensa que siempre hay prendas y estilos que nunca pasan de moda. Y son los de ir en punta en blanco.

El engranaje que nos mueve

Existen días en los que a una no le apetece hacer nada. Y no es algo que se note de manera aislada. Sino que cada vez te llama más la atención cuando te pasa más a menudo. La última vez que te pasa te acuerdas del resto y piensas en los muchos días que has perdido. Creo que si algo echo de menos es ese hacer y hacer y ganas por hacer. Aunque si reflexiono, llegó a la conclusión de que puede que antes no me ocurriera esto porque tenía tantas cosas que hacer, o más bien tan poco tiempo libre que supongo que ni siquiera tenía hueco para pensar sobre estas cuestiones. No tenía tiempo de vagar por mi mente, de preguntarme de verdad qué era lo que quería hacer en ese momento. La rutina estaba escrita y la seguía al pie de la letra aún con pequeñas variaciones a las que me aferraba de manera intranquila. Ganas de no hacer nada o bien poco. Ganas de perder el tiempo. De intentar comenzar algo por obligación y entretenerme con cualquier otra cosa. Pero en esa cosa al menos pongo ilusión y empeño, independientemente de que sea o no provechosa.