
Hacía no más de media hora que había remoloneado en la cama. Era verano y que el despertador perturbara su paz se salían de las expectativas de las vacaciones perfectas. Esa estación era para descansar y librarse de horarios. Llegó a la oficina de ahorros poco antes de las nueve. Pudo elegir entre quien le atendería. Entre una chica y un chico, optó por el segundo. Cuando se acercó a la ventanilla un jovenzuelo recién licenciado en empresariales le miró con cara de: ¿en qué puedo ayudarla? La chica saludó bajito y explicó la situación, mientras miraba a cualquier cosa que no fuera el rostro del joven banquero. Intentaba así que él no se fijara en sus ojeras y su pelo despeinado. Pero para poder escuchar al empresarial tuvo que mirarlo. El metacrilato que separaba al empleado y el público impedía que el sonido llegara algo lejano. Hasta el momento sólo había mirado su camisa. Era a rayas mayormente naranjas y acompañadas de blanco y azul. Le sentaba bien. Dejaba al descubierto unos antebrazos y parte de unos bíceps deaquellos brazos fuertes. La chica miró más allá de la camisa, algo más hacia el centro de la tierra. La mesa le tapó el campo de visión.
-Necesito tu DNI.
-Emm sí.
Las manos de la chica temblaron al sacar el carnet de la cartera.
Qué estúpida, pensó para sí misma. Si llego a saber que me encontraría con semejante ejemplar me habría maquillado, me habría peinado y me habría vestido de persona, continuó diciéndose.
Pero el chico también tenía bolsas en los ojos. Sin embargo su atractivo no se veía menguado.
Llegó el momento de despedirse.
-Ale ya está todo arreglado, fue la respuesta del potente ser.
Cuando la chica salió de la oficina, su mente perversa siguió maquinando. Imaginó otros finales como:
-La tarjeta está pedida y debería estar aquí mañana. Pero sí quieres asegurarte ven pasado mañana, le dijo él.
-Si me aseguras que estarás tú vendré cuando me digas, tendría que haber contestado ella en plan picarón.
Imaginar era gratis y mantenía la mente ágil y fresca.