
En la lejanía tres grúas y media la observan. Ella agazapasa entre dos muros que resguardan una escalera maplia y en forma de espiral ve pasar las nubes. hace aire y avecina lluvia. Pocos pueden verla pero ella los ve, generalmente de espaldas, y esucha lo que ocurre al otro lado del paredón. La banda sonora de la escena es el hilo musical de alguna radio puntera. El viento le agita su flequillo y sus cuatro greñas que tiene por cabellera. Se fija en los desperfectos de los muros. El tiempo pasa lento y poca cosa mejor hay que pueda hacer. Es curioso encontrar un espacio tranquilo y solitario en un centro comercial un sábado. pero ella lo ha hallado. Cabila sobre lo que pensarán de ella, como hace siempre que siente no encajar, no seguir los pasos de la masa, no comportarse o actuar igual que ellos. Siente frío, el aire corta sus labios embalsamados en suavina demasido tarde. En su cabeza se agalopan imágenes de los establecimientos de la superfície comercial, tan sólo separado por ese muro. Imagina todos y cada no de los productos de los estantes y perchas. Recuerda aquellos que siempre ha querido y que volverá a ver siempre que quiera en su mente. El sol lucha por abrirse paso entre las nubesy hace que la chica tenga que entornar sus ojos. Cualquiera diría que está enfadada, está odiando o sospechando de alguien. las primeras sombras se van dibujando sobre el suelo y las escaleras. las nubes han perdido la batalla. los árboles continúan balanceándose. bailan lentamente, a ella también le gustaría bailar, quizá eso le levantaría el ánimo. Pero no. Ella no quiere salir de allí. Quiere quedarse sentada entre los muros, fuera de la mirada del resto, lejos de esos ojos que desprecian, y miran con superioridad y extrañeza. El frío le está dejando petrificada, planteándose pues, el entrar y soportar las miradas matadoras de esos seres sobre su curiosa cara y su poca cosa de cuerpo. Pero antes se pone a escribir.
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